LUMINISCENCIA
Reseñas
Tres cosas pueden decirse de este libro y de la joven —aunque ya sapiente— voz de su autora: que es un alumbramiento; que como todo alumbramiento es la realización de una promesa (o su prolongación en el espacio tiempo); que como toda realización no es sino una irrealidad que advino; o mejor: un racimo de irrealidades —imágenes, intuiciones, iluminaciones— sobrevenidas palabras, lenguaje, escritura, haceres de la luz.
Para Melissa Isabelle Sauma, nacer es un acto silencioso de fe. El nacer de este libro también lo es, como lo son escribir y leer poesía; es decir, dejar que en nuestro centro vibre una música escondida y alce vuelo un canto prístino. Acaso esa música, esa fe, ese canto, sean apenas un fuego frágil, diminuto. Pero no olvidemos la antigua promesa: ‘la llama en la pradera verde se volverá una alta llamarada’. Y no olvidemos la nueva revelación: he viajado tanto en busca de la luz / que finalmente he descubierto / que todo viaje es luz / y hay en cada palabra / un viaje nuevo.
Dejándonos llevar por esa verdad poética sabremos que todo cuanto conocemos / es lo que su ausencia oculta / o su presencia / manifiesta. Bien advenida sea, entonces, bien alumbrada (y aquí pienso en la caverna de Platón, en una cámara oscura, en un cinematógrafo) esta luminiscencia.
Gabriel Chávez Casazola
Los versos de Melissa Sauma vienen de remotos tiempos y espacios; es decir de Al-Qamiya, donde según nuestros abuelos, los hombres de aquellos días luminosos, soñaban con transmutar la tierra en oro. Luminiscencia de Sauma es un tratado de otro tipo de transmutación; con un lenguaje llano busca como Emily Dickinson una palabra que lo diga todo y celebratoriamente llega a un cielo superior, ese cielo soñado por nuestro poeta Roberto Echazú: una palabra que se transmute en un cristalino silencio.
Gustavo Cárdenas Ayad
Luminiscencia es el preludio de una voz que recrea el mundo por primera vez, una voz que descubre que el canto hace tierra para transitar.
Sumergida en la luz de todo nacimiento, la voz que hace germinar Melissa Sauma se asombra ante el poder de la imagen poética, que enlaza disparidades, y contempla. Reconoce, entonces, la posibilidad de la existencia extendida, sin formas determinadas, sin significados: Extenso/ el ciclo de la roca/ el viaje de la luz en un destello/ para que puedan coincidir/ en un vértice/ el sol/ y la piedra.
De pronto, la voz misma se reconoce en la fusión de elementos, es parte del todo, y celebra la presencia de la muerte, porque comprende que para erigir un mundo hay que demoler al que precede; comprende que para existir de nuevo hay que despojarse de uno mismo y desaparecer ligero y dolorosamente como una puesta de sol y reaparecer luz en otro tiempo: Morir gozosamente/ morir cada día/ renunciando a ser/ la muerte que ayer fuimos.
Montserrat Fernández M.